lunes, 15 de junio de 2015

¡QUÉ VIGILADOS, QUÉ DESAMPARADOS!

                                                                                                                              Dolors Tohà
                                                                                                         
“Mira hacia el porvenir, hacia el momento que todo funcione por sí solo, y la vigilancia no tenga más que un carácter virtual, cuando la disciplina, por consiguiente, se haya convertido en un hábito."
(Clase del 21 de Noviembre de 1973. El poder psiquiátrico, Michel Foucault)

En el mes de abril un suceso extraño e imprevisible nos sacudió de una manera nueva. Estas cosas ocurren fuera de nuestras fronteras, no en nuestro país y mucho menos en nuestra moderada Cataluña. “Un alumno mata a un profesor”, era la noticia con la que inauguramos la primavera.

A dos meses de la muerte del profesor, resulta muy confuso poder formular qué produce más consternación, si el acto del  alumno o la tecnología empleada en el tratamiento del suceso.

 Cuando repasamos la prensa, parece que la tragedia podría reducirse a: un alumno “normal” de un instituto “normal”, con un expediente “normal”,  una familia “normal”, ubicado en un barrio “normal”, en una hora “normal” de un día “normal”, mata a un profesor (supuestamente  “normal”). Asimismo, nos han mantenido al tanto de los datos –de ningún modo podemos llamarlos “relato”-  del retorno a la “normalidad” del instituto. El objetivo claramente señalado era volver, ¡lo antes posible!, a la “normalidad”.

El suceso  ha venido a “desnormalizar” por un tiempo corto la vida académica de un instituto “normal” de  “buen rendimiento y conflictividad 0”. Resulta inquietante imaginar el precio de una conflictividad 0, cuando ni  “el mundo feliz” de Huxley ni el “1984” de Orwell habrían logrado “la conflictividad 0”.

En el previsible panorama aparece la única pregunta posible -cualquier otra hubiera sido políticamente incorrecta-: “¿Se podía haber prevenido?” o bien, “¿se podía haber detectado?” “No. Era un brote psicótico y no se puede prevenir”, dictaban las voces cacofónicas del mundo de la opinología. Pero la gran solución universal sabe que a la frase “no podía prevenirse” le falta la palabra “ahora”. Por lo tanto, la lectura correcta es: “en el  futuro podrá prevenirse, podrá detectarse”

Hay preguntas que no pueden ni deben formularse, y  un lenguaje mutilado que se gradúa entre lo normal-anormal. Unas palabras carcelarias que tanto sirven para narrar una historia, un fenómeno meteorológico o un episodio financiero,... Paralelamente a estas circunstancias, una política anunciaba su disposición a gobernar para la gente “normal”. ¿Quiénes serían los “normales”? ¿En un futuro habrá una poesía “normal”, una música “normal”?

El suceso, ocurrido en un entorno “normal y normalizador”, se ha narrado con palabras “normales”, así es, con las palabras que pueden y deben usarse para relatar un acontecimiento destinado a ser tipificado y archivado tras un procedimiento “normal”

Por unos días el instituto quedó invadido de especialistas que gestionaron una “producción de palabras” destinadas a eliminar el riesgo de trauma. Su permanencia en el centro fue breve, ya que se trata de “tecnología eficaz”, de alto voltaje.  Nos mostraron una psicopedagogía de última generación que, ante lo imprevisible, el saber de los “especialistas”, y sólo en posesión de los “especialistas”, puede retornarnos con eficacia y celeridad a “la normalidad”, cualquier sacudida que recibamos será breve y casi indolora, un “pinchacito”.

Por lo tanto, una vez más,  la mejor cura  es “la vuelta a la normalidad”. Producir palabras para quedar condenados al silencio, enmudecer el sufrimiento con la píldora mágica de la tecnología psicopedagógica. Justamente se trata de esto.  ¡Qué desamparados volveremos a la “normalidad”!

“¡Menos normas y más humanidad!” reclamaba el profesor que consiguió tranquilizar al alumno “sólo con palabras”, es decir, con humanidad. Pero de nada sirvieron sus declaraciones. Los medios ya se ocuparon de asfixiarlas, y se esmeraron en aclarar que dicho profesor tenía estudios de coach, ERA UN ESPECIALISTA, el alumno fue reducido por un especialista. No hay que dejar cabos sueltos.

Por otro lado, la noticia ha gozado de una rentabilidad altamente optimizable. Ha fabricado información para el consumo,  ha producido consumo de pedagogía  para la normalidad, y ha garantizado el pensamiento 0. Pero además, ha permitido que aparezca la automática y “gran solución”: más vigilancia, más detección.

También hemos asistido a un tratamiento impecable de la información y a una apuesta muy decidida por la naturalización de la tecnología del lenguaje en una temática tan humana,  tan compleja, tan enigmática. Afortunadamente, el decir humano es otra cosa. Nadie se ha salido de la raya.  Así, por ejemplo, podemos leer “se había detectado que el alumno estaba distraído”. ¿Podría haberse hablado de la distracción del alumno en otros términos? Probablemente hubieran sido palabras fuera de lugar, y el lenguaje debía ser preciso y unívoco. La palabra clave y constatable era: DETECCIÓN. Por cierto, los distraídos ya habrán quedado advertidos.

A dos meses del acontecimiento parecen haber finalizado los predecibles simulacros de debate y ya se ha instalado la  previsible solución: "Educación crea un grupo de trabajo para detectar la violencia en las aulas". Una solución pre-existente, siempre ha estado allí, planea por el horizonte, siempre está disponible y acude allí donde una solución es requerida. No nace ni muere, sólo se reproduce cuando una circunstancia  enciende el interruptor. No es discutida, ni debatida, sólo es convocada. Es inmanente. Ronda al alto cargo que le toca tomar ”la medida”, de ningún modo puede no ser tomada, evadirla acarrea unos problemas que requieren de una valentía no planteable. ¿Por qué parece no poder ser de otro modo? ¿La máquina ya funciona sola?

“"Educación crea un grupo de trabajo para detectar la violencia en las aulas" ¡Cielos! ¡Un grupo de trabajo, no! ¡Tengan piedad de nosotros!”, rogaba una lectora del País. Pues, ¡Cielos!, Me temo que ¡Un grupo de trabajo, sí! ¿Qué detección para qué desamparo? El terrorismo tecnocrático ya está aquí.




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