Tristeza de las aulas universitarias.

Estabilizar el saber.
Hacer de un lector un sabedor autorizado, -exactamente lo opuesto a lo que promovió Borges en el aula-, es el trabajo Universitario que aspira a producir, por fin, un discurso que no fuera del ignorante[1]. Una fábrica de sostenesdesaber, instalada según el ideal de la plusvalía sin resto.
Es en el pasaje del alumno al Discípulo donde ocurre tal juntura perfecta: leer para saber, leer con saber, leer por saber.
Leer y saber están hechos el uno para el otro. Conjunción copulativa, constituída por una larga serie sumatoria de todo “y”.
Lacan escribe la cópula en términos de obstáculo: "Nadie logra sacársela suficientemente bien  de encima"[2].
Saber: discurso que coagula no sin la creencia en la copulación civilizante, la “relación sexual”, la proporción.
Saber universitario: variante cuya práctica implica la sistematización de la lectura copulativa, “lectura en arreglo a un X”.
Así las cosas, el saber siente horror por el vacío, y lo llena con nada, con mucha nada serial.

La nada no es el vacío.
Menú en tres pasos.
1) La nada no es el vacío.
El vacío no entristece. Por el contrario, crea un horizonte en el que resulta posible perder la mirada.
2) El vacío es el elemento operatoriamente neutro que permite el alojamiento de la alteridad, de la sapidez. El vacío es la condición de lo novedoso.
3) La Universidad pretende ocultar las fisuras del saber mediante la sumatoria interminable de pensamientos ya pensados[3], cerrados, pasados de cocción.
Básicos de orientación lacaniana: Lo que nunca debe faltar en el plato: un poco de vacío.

“Mi educación fue interrumpida por la escuela primaria” (Borges.)
¿ Cómo hacer cortes en la serie ?

La lectura se opone al aprendizaje.
La desuposición del saber como condición de la lectura es la invención de una distancia entre lectura y texto. Leer no es identificarse, sino que mutuamente se desalojan.
Hay en la lectura fuerzas que resisten al aprendizaje. Y hacen de la lectura un trabajo que reinventa doctamente la ignorancia[4] que inscribe lo nuevo, cada vez.

La “gramática del asentimiento”.
En “La Universidad” se respira y se vuelve a respirar el aire doctrinal de los claustros que antecedieron a sus aulas. Aire que resulta denso no tanto por el origen catequístico del que proviene, sino por la falta de ventanas con la que se procura  mantenerlo puro y alejado del mundanal ruido. La Universidad es una maquinaria de reciclamiento del aire ya  muerto. Para cumplir su tarea necesita cuerpos vivos que, respirándolo, lo resuciten  una y otra vez.

Consentir no es asentir. El consentimiento tiende a la unidad, y la lógica que lo sostiene es, en parte, la lógica de la captación. El asentimiento, en cambio, mantiene la distancia de la hospitalidad[5].
Jean Claude Milner lo ha formulado inexcusablemente:
“Por eso me determiné a no excluir jamás la posibilidad de descubrir, en algún momento posterior, una fisura en el corazón de lo más absoluto. Esta posibilidad de la fisura, cuyo día y hora ignoramos con antelación, es la verdadera gramática del asentimiento. No tiene nada que ver con el escepticismo, sea cual fuere la versión en que se lo tome. Responder a una convocatoria de pensamiento sabiendo de entrada que no tiene ninguna razón para ser eterna, esta es la única manera de hacer justicia tanto a la convocatoria como al pensamiento; esta es la única máxima verdaderamente atea en materia de convicción; el pensamiento sólo es fiel a aquello que él aún no ha pensado.”[6]

Las fisuras no entristecen. Por el contrario, quiebran la densidad de lo irrompible. Son ventanas, y es esa su única función: desplazamiento sin necesidad de dirección. Un poco de desorientación contribuye a disipar la tristeza en el ojo habituado a la norma.
El ojo que, no sin picardía, se despega del texto al momento de descubrir que es posible leer sin necesidad de ser.

  Héctor Mauas.
                                                                             
                                                                      



[1] Mauas, Marco. Comunicación personal; AMP; Tel Aviv; julio de 2011.
[2] Lacan, J.”Preface a ‘L’Éveil du Printemps’”; Autres Ëcrits, Ed. Seuil, Paris, 2001, p. 561.
[3] Lacan, J. “Proposición del 9/10/1967; et al. “Momentos cruciales de la experiencia analítica”; Ed. Manantial; Buenos Aires; 1987.
[4] Lacan, J. “Variantes de la cura tipo”; Escritos I; Ed. Siglo XXI; Buenos Aires.
[5] Derrida, J. “La hospitalidad”; Ediciones de la Flor; Buenos Aires; 2008; p. 32.
[6] Milner, J.C. “Introducción a ‘La arrogancia del presente’”; Editorial Manantial; Buenos Aires; 2009; p.15. 

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