En el libro ¿Quiere usted ser evaluado? Jean-Claude Milner plantea los
dos paradigmas que rigen nuestra actualidad: el paradigma problema-solución y
el de la evaluación. Nos muestra cómo un problema viene a ser sustituido por
“su solución”. Actualmente la solución puede ser la propia evaluación, es
decir, la solución al problema será tener el “problema evaluado”. Así, un
objeto queda sustituido por un objeto evaluado y un niño también puede sustituirse
por un objeto evaluado, es decir, medido y mesurado.
Para la actual
reforma educativa, la LOE ,
las finalidades de la educación son: aprender a ser, aprender a estar, a
habitar el mundo y aprender a aprender. Conseguir estas finalidades-ideal,
desde estos dos paradigmas y bajo el discurso de la primacía causa-efecto, da
lugar a escenarios de lo más inverosímiles. Quizás podría expresarse
mejor esta fragmentación en el estilo de las viñetas de cómic.
Medidas para
combatir el fracaso escolar, programas de “impulso” de la lectura, programas de
“convivencia”, “detección” de los trastornos de aprendizaje, y un sinfín de
proyectos de una ingenuidad infantil asombrosa, son lanzados como la nueva
Biblia de nuestros tiempos. Todo ello va obturando la vida de unos Centros
educativos en los que la petrificación subjetiva aumenta a la velocidad que
acontecen los fenómenos. Unos acontecimientos, aparentemente desconectados y
dispares, que no pueden ser “leídos” sino respondidos desde la urgencia. En
este panorama, el saber no sólo queda desplazado sino que no halla por
donde circular. Las certezas ocupan su lugar. La amenaza de lo incierto
causa terror. Así, se corre hacía el ideal, ignorando que en realidad se huye
despavoridamente de algo, la incerteza, que está permanentemente al acecho.
Desde esta
lógica, las dificultades en la lectura, cálculo, comportamiento… son
sustituidas por su protocolo específico.
Una de las
“causas” del fracaso escolar, por ejemplo, es que se ha “detectado” que los
alumnos llegan a secundaria sin haber adquirido “una buena competencia
lectora”. Afortunadamente ya ha aparecido “la solución”: el lanzamiento
del programa “impulso a la lectura”.
Pero, ¿cómo leer
en una realidad que corre ante nuestros ojos de forma tan vertiginosa? ¿Acaso
lo pueden los que obedecen ciegamente al imperativo “inmediatez”? ¿Y los que
sólo alcanzan a plantearse qué protocolo aplicar? Entonces, ¿quiénes son los
que no pueden leer? ¿Es posible hacer alguna lectura desde la condición de
objeto susceptible de ser mesurado y medido?
Otro aspecto que
resulta inquietante es el empuje a la autonomía en los niños. “¡Hay que
fomentar la autonomía!”, otra de las certezas-premisa básicas para que los
niños puedan “aprender a aprender”. ¿Cómo puede articularse la autonomía desde
la lógica del control? Han de aprender a organizarse a la hora de entregar las
tareas que se les pide, muchas veces desde el exceso y la
desregularización. Eso sí, deben organizarse de un modo determinado y en unos
tempos que “son los correctos”. ¿Cómo van a organizarse si no se acoge su
particular “saber hacer”?
¿Cómo puede
responderse a eso si no es grabando un policía en el interior de cada niño? Tal
vez, cuando se habla de “impulsar la autonomía”, cabe plantearse si la
auténtica finalidad que se pretende desde las administraciones del poder - que
entienden la educación desde el control- sea inyectar al vigilante en
cada uno.
Bajo la máscara
“políticamente correcto”, los Centros cuentan con unos espacios “para la
reflexión, la coordinación, la planificación”. Acostumbran a colapsarse de
certezas encadenadas, en formato “causa-efecto”, “problema-solución”. O
bien, en espacios para decidir dónde se pone la cruz al protocolo. Desde
mi lugar como asesora, resulta una proeza introducir algún interrogante ante
algo que opera y es aceptado como un axioma divino, sin más.
En este empuje
hacia la acción y la inmediatez, hoy en día, darse un tiempo para la
elaboración es una heroicidad.
Desde el marco
de mi trabajo en un equipo de asesoramiento psicopedagógico, hemos creado
un espacio fuera de “lo urgente”. Un Seminario formado por maestros de
educación especial, psicopedagogos de secundaria, de equipos de asesoramiento
psicopedagógico y de Servicios Específicos. Inscrito en el horario laboral.
Oficial, es decir, está contemplado en el plan de formación permanente y al
realizarlo se adquieren puntos para la promoción profesional. Nos amparamos en
la lluvia de adjetivos que operan para calificar lo que algo no es (escuela
inclusiva, trabajo cooperativo, escuela comprensiva). Y nos adscribimos a uno
de ellos: “la práctica reflexiva”.
Nos permitimos
el lujo de llamarlo lugar de desaceleración. No pretendemos “solucionar”
nada. Estamos abiertos a que pueda surgir algo nuevo de verdad, una invención.
Un paréntesis entre todas estas “supuestas novedades” que emanan aceleradamente
y que sólo vienen a perpetuar a que se repita “lo mismo de siempre”. Hemos
podido sostener, de forma heroica, permanecer desorientados por un tiempo y
desobedecemos al imperativo “concluye ya”.
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