Conversamos con Mercè
Anguera el 5 de mayo y escuchamos sus reflexiones sobre la educación, los niños
y la profesión de maestra. También le preguntamos sobre su producción como
autora de literatura para niños y jóvenes.
Shula Eldar - ¿Qué es
lo que te preocupa en la educación actual?
Mercè Anguera - Lo que me
preocupa es la intervención con los alumnos, conocer a los alumnos. Pienso que hay una especie de
patrón de normalidad o de estabilidad y, tal como están las cosas, desde la
posición de maestro se tiende a imponer ese patrón dado que se dice que no hay
suficiente tiempo para conocer a cada alumno como persona o no hay intención de
hacerlo. A menudo se intenta conocer al alumno desde esta perspectiva de
normalidad. Y se analizan las cuestiones que aparecen como si ellos, los niños,
fueran personas acabadas y no personas en evolución. Esto es una perspectiva
muy estrecha y una idea muy difusa, que va en una dirección muy uniformada. Se
es poco consciente de los procesos y además se aducen causas muy superficiales,
se juzga por lo que es aparente. El niño no trabaja entonces es que no tiene
ganas, no se quiere esforzar… Si alguien piensa el porqué lo hace con criterios
poco respetuosos y distantes de lo que es la realidad del niño. Cuando
estudiaba magisterio leí cosas sobre Summerhill… quizás los maestros deberían
psicoanalizarse antes de ser maestros. Sé que no es posible y no sé si es
deseable pero pienso que sí, que como mínimo los maestros han de ser
conscientes que la realidad no es sólo lo que está a la vista ni tampoco es la
construcción colectiva que hacemos de ella. Creo que la administración va en
esta línea y también muchas de las expectativas de las familias, la línea de
evitar conflictos.
M. A. – Pienso que en
parte es una cuestión cultural. Magisterio no es una carrera con prestigio
académico y, sin embargo, es una profesión a la que se debiera ir con
inquietudes. Pero los maestros no se consideran intelectuales, somos gente que
está educada para no querer ver algunas cosas. Tenemos miedo. Los maestros de
mi edad ven las cosas un poco diferente…. Hacer de maestro es, a veces, una profesión
con tendencia a las soluciones rápidas. Hacer tu trabajo significa responder a
nivel personal ante 25 individuos diferentes. Eso impresiona y muy
frecuentemente parece imposible, sientes que no lo podrás hacer y si alguien te
ofrece una receta que sirva para todos y que te deje la conciencia tranquila es
probable que la aceptes. El trabajo de maestro exige una valentía que es difícil
de asumir. Exige estar preparado para acompañar y asumir muchos espacios de
imposibilidad de intervención; supongo que eso angustia mucho.
P. H. – ¿La angustia
del educador se tapa con soluciones masificadas …?
M. A. - Sí, y con una tendencia a olvidar la
diversidad. Eso significa también reducir los costes, para la administración. Pienso
que esa angustia es superable porque si entiendes cual es tu papel, si sabes
que es un papel puntual en un momento de un proceso muy largo en la vida de
cada niño.
P. H. - ¿Cómo piensas
tú ese papel?
M. A. - Lo veo como
entender y acompañar. Procurar no hacer un mal excesivo, procurar actuar con
seguridad en tu papel de adulto pero, al mismo tiempo procurar no darle al
alumno una imagen de él mismo que lo categorice, es decir, que lo condicione. Vale
más, en lo posible, ajustarse a lo que es cada niño y a sus posibilidades.
S. E. - Hay dos cosas
en lo que has dicho que están articuladas: una es la angustia y otra lo que has dicho sobre los maestros que
no se piensan como intelectuales o sea no se piensan como seres que tienen que
pensar en su quehacer pedagógico. Puede que eso sea así, que los protocolos de
todo tipo sustituyen u ocultan esa falta de reflexión. ¿Porqué esa deriva de la
profesión pedagógica?
M. A.- Es que
es importante saber cómo se aprende … no sé si lo que sucede es por una
masificación de la formación debido a un aumento de la necesidad de maestros y
supongo que también por una formación que respondía a una necesidad política…en
la época de la República
había unas escuelas y unos maestros que quizás estaban entre los mejores de
Europa. Ser maestro implicaba un compromiso con una libertad que no fue compatible con las directivas
políticas del franquismo y después con
la democracia. Era una época muy turbulenta y lo que acabó ganando es
otro tipo de pensamiento. Mi formación como maestra fue buena, en Blanquerna,
pero era una formación para una escuela cristiana, la formación de calidad
durante el franquismo se llevaba a cabo en algunas escuelas religiosas aunque
no exclusivamente. Yo tuve suerte y de pequeña fui a escuelas que no eran así.
Era una nena un poco rara, las escuelas religiosas hacían pruebas y no me aceptaron.
Mis padres encontraron una escuela que se llamaba Escola Elaia y era distinta.
Participaba en los incipientes movimientos de renovación pedagógica. Era una
cooperativa, una escuela muy pequeña. Para mí esa escuela fue muy importante… Soy
consciente de lo que supuso para mí ese tipo de escuela. Los maestros no
piensan en el papel importante que tienen en la construcción de la sociedad. Es difícil controlar a miles de personas que actúan
en conciencia.
S. E. – Eso es cierto de muchos colectivos….también
de los psicólogos.
M. A.- Lo peligroso es que
de una manera poco visible se está atentando peligrosamente contra las personas ya que la enseñanza que
no te sitúa como persona tampoco te sitúa en el colectivo…
P. H. – En el
comentario en el Blog a una intervención de Dolors Tohà hablabas de la ética….
M. A. - Así como no nos
pensamos como intelectuales tampoco pensamos en nuestra posición ética. Nuestra
función es tan importante que lo exige. Lo que he aprendido es que es necesario
ese posicionamiento y en especial porque se está tratando con niños. Tu oficio
lo puedes aprender y eso no tiene que estar acompañado de angustia, se asume
una responsabilidad a la que se puede responder. No compartiría la angustia que
tienen muchos maestros porque se puede actuar…hay angustias que se escapan mas,
pero esta no. Tienes experiencia, tienes una formación, desarrollas una serie
de criterios, tienes instrumentos…
P. H. - ¿En este
momento en qué sector de la enseñanza ejerces?
M. A. - En primero y segundo de primaria. He enseñado tan solo en dos escuelas, 15 años en una y 15 años en otra. Dos escuelas muy distintas y las dos muy enriquecedoras. Escuelas públicas. Una en una zona muy conflictiva en un barrio muy marginal de Sant-Boi. La situación era muy dura a muchos niveles y te obligaba a plantearte a menudo: “¿Que es ser maestro? Terminé magisterio y empecé a trabajar allí. La realidad de esa escuela y de esos niños no respondía ni a lo que había conocido como alumna ni a lo que me habían enseñado como maestra. Por lo tanto la situación empujaba a la reflexión directamente…allí se formó un equipo de maestros que por lo menos estaban desconcertados y enfrentados a una realidad que no podía resolverse con las respuestas sabidas. Con una situación de sufrimiento en los niños, en las familias además que obligaba a una implicación personal, profunda. Aprendimos con esos niños muchísimas cosas y además una persona que nos dio una vez formación dijo algo que para mí fue muy importante. El trabajo allí era difícil y muy frustrante y ella dijo: “Vosotros no sois ni psicólogos, ni la madre, ni el padre, ni asistentes sociales, ni políticos. Sois los maestros de estos niños, los únicos maestros que tendrán. Cualquier cosa que hagáis saliendo del papel del maestro está destinado a fracasar. Pero, podéis ser buenos maestros, dedicaros a ello.” Fue importante porque necesitaba alguien que me situara. Trabajando allí me sentía muy implicada, muy involucrada.Hasta que llegó un momento que fue necesario cambiar y fui a trabajar a la escuela de mi pueblo, de Corbera, que es una escuela pública normal donde tuve que retomar la profesión. Lo que había que hacer y lo que necesitaban los niños no era lo mismo: era necesario responder al oficio. Trabajé ocho años en la gestión del centro, como jefe de estudios y, mas tarde, en Ciclo inicial, un momento muy mágico en el que los niños aseguran la lectoescritura, donde se ve muy claro cómo aprenden y hasta que punto lo académico está vinculado a lo emocional, a la madurez…
S. E. - Para retomar algunas de las cosas que has dicho. Hablabas de libertad. Es verdad, en general, en la vida pública y en la política, la orientación va hacia la restricción de las libertades y más subrepticiamente o menos abiertamente en la dirección de acallar. Se puede discutir en determinado marco pero nada que salga del concierto general. Me gustó la expresión que usaste: el maestro desconcertado; el maestro desconcertado es algo muy positivo, si se desconcierta no tiene mas remedio que buscar una salida, lo interesante que tú también señalas cuando hablas de la responsabilidad y de la ética en la contribución al Blog es que hay una verdadera violación… hay una violación, una transgresión importante de los derechos a la intimidad y al respeto. Es verdaderamente impactante. ¿Entonces, al niño quién lo defiende?
M. A.- Como maestra he visto mucho sufrimiento por parte de los niños. Esa es la Pregunta: ¿quién lo defiende?…se cometen a veces sin demasiada conciencia atropellos importantes en el sentido de hacer creer a un niño que tiene una situación en la que no puede cambiar y que su vida es un desastre…A lo mejor no es intencionadamente, pero poner a un niño o a una niña ante exigencias que son imposibles, o no permitirle encontrar un momento de reposo y de comprensión es agredirle. No darse cuenta de como se debaten con cosas que les hacen daño, y no echar echar una mano, ver que no se adaptan a la clase, que no tienen amigos, que no pueden relacionarse, que sufren agresiones: lo más visible
y flagrante se toma en cuenta pero no se va más allá. A veces los niños están verdaderamente solos y son muy pequeños para estar solos. Tengo la sensación ahora que exagero, en todas las escuelas la mayor parte de los niños sobreviven y pueden crecer pero hay algunos, aunque solo sean tres o cuatro en cada clase que tienen muchas dificultades.
P. H. - Querría preguntarte cómo logras compatibilizar tu posición ética con la institución…además de la escuela concreta, la administración, lo que está por encima del maestro.
M. A. - Yo soy maestra hace muchos años y pienso que soy una buen maestra y tengo la posibilidad de hacer lo que creo que tengo que hacer, porque al fin y al cabo, lo puedo argumentar y una vez en la clase creo que la única responsable de mi trabajo soy yo. Se trataría de construir una dignidad profesional que sea creíble...
S. E. – ¿Cuando no se puede responder a la tarea se busca a veces a otras instancias?
M. A. - Es una excusa. Hay gente que dice: “A mí la administración no me puede decir…”, pero hay cosas que la administración te puede decir, ya que si es cierto que ser docente es cosa de cada uno, la administración es la que organiza esta tarea. Ahora bien, lo esencial de tu ejercicio como maestro, tu día a día con los alumnos, está fuera de su alcance.
S. E. - Lo que quiero decir es que si la formación es como es, la tarea pedagógica se desliza cada vez más hacia algo de tipo administrativo, con protocolos.
M. A. – Y hay maestros que se aferran a estos protocolos. Pienso que hay maestros a los que no les gustan los niños. Si no te gustan los niños ser maestro es un trabajo terrible, debe ser una tortura porque los niños exigen mucha atención y te obligan a enfrentarte con partes de ti …y por eso digo que los maestros deberían psicoanalizarse para estar en contacto con el niño que han sido y poder empatizar con los niños que tienen delante. Y actuar en consecuencia obviando cuando sea preciso los protocolos.
S. E. - Analizarse es algo personal y claro que no podría imponerse, como un requisito de formación. ¿Hay entre los que te rodean algunos que se analizan?
M. A. - Algunos sí. Eso implica admitir que hay algo más allá en la gente y en ti…al menos a mí me sirve para hacer de maestra porque sé que la situación de un niño en un momento dado no es una situación inmutable.
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