Notas de la primera reunión del
Curso 2012-2013
Patricia Heffes- Shula Eldar
Sexualidad, es un término fundamental en psicoanálisis, Freud
lo situó desde el comienzo en el centro de sus investigaciones. Es el
significante que generó más detractores en su época, pero a través del cual
pudo construir una teoría que ubica al sujeto del inconsciente, al ser
hablante, como eje, a la hora de entender la vida humana.
Esta época, la nuestra, conducida por la ideología de la
evaluación, ha barrido la cuestión sexual tal como el psicoanálisis la plantea.
Desde una perspectiva homogeneizante, la sexualidad que se representa con la
diferencia, no tiene un lugar. Se habla de sexo, de anatomías, de pornografía,
de patologías sexuales; todo esto englobado en el campo del comportamiento y de
su consecuencia: los trastornos.
“El inconsciente nos ha cambiado el mundo”, decía Lacan en
1960. En 2012, vemos la reacción del mundo al “acontecimiento Freud” -como lo
llama J.-A. Miller- en el levantamiento
de la represión a escala social. El
efecto del psicoanálisis trajo consigo el declive del ordenamiento tradicional
cuando la prohibición dejó de ser su engranaje principal. Por el contrario,
apareció el poder del derecho: “tener derecho a”. Un derecho que al adquirir
tanta importancia se transformó casi en un deber: “deber de saberse con derecho
a”. En definitiva, derecho a la satisfacción de las pulsiones.
Freud desató una ola crítica al decir que las pulsiones
buscan su satisfacción a toda costa. De
lo imposible que hay en ello provienen los síntomas. Esto ocurre al sujeto y
también a la sociedad.
Malestar en la cultura, escribió Freud, en el tramo final de
su obra.
“Nuestro modo de goce” es la fórmula con la cual Lacan designó lo que Freud llamara “el
malestar en la cultura”. Al hablar en primera persona del plural indicaba
que se trata de un abordaje desde lo más actual, desde lo contemporáneo.
Freud profundizó
su reflexión sobre lo colectivo recién en los últimos años de su enseñanza.
Volvía así a “los problemas culturales que cautivaron al joven apenas nacido a
la actividad del pensamiento” (1). Destacaba, con ello, que el análisis de lo
social, de la “cultura”, no era el resultado de una toma de posición de partida
sino el resultado de la experiencia.
Su reflexión fue el resultado de la práctica del
psicoanálisis. No conviene olvidarlo.
La práctica del
psicoanálisis es humanitaria. Nuestra práctica, va contra la pasión por la ignorancia que en nuestro tiempo se introduce, en
todos los campos, a través de un movimiento hacia la entificación que parece imparable.
Las fabricaciones de la ciencia imponen una visión del mundo que suprime “la disconformidad del hombre con la
civilización” (2).
Pero, “la
libertad individual no es un patrimonio de la cultura” (3), como indicaba
Freud, tocando así la juntura entre lo colectivo y lo subjetivo.
Los modos de
gozar no son patrimonio de la
cultura y por eso la normativización de
la condición humana tropezará, necesariamente, con sus propias antinomias de
las cuales no se podría sustraer. Los
acontecimientos que desde mediados del siglo XX marcaron al mundo siguen
teniendo consecuencias.
¿Por qué?
Porque “el continente negro del goce al que el
sujeto está apegado, también está en los lazos sociales” (4).
De ahí que Lacan
se refiriera a “nuestro modo de goce”, en primera persona del plural.
Ese sujeto
apegado al goce es el hablante, aquel que ha perdido lo natural desde el mismo
momento que ha sido sumergido en el lenguaje. No es posible hablar del parlêtre, sino como un ser sexuado,
lleva consigo una brecha imposible de cerrar. En este sentido, citamos a Lacan:”Y, sin embargo, ¿estamos a la altura de
lo que por obra de la subversión freudiana, parece que estemos llamados a
llevar, a saber, el ser-para-el-sexo?” (5)
Esta época global, “planetaria” es la primera que, a causa del progreso de
la ciencia, siente en sí misma el
cuestionamiento de todas las estructuras sociales. El factor que determina este
fenómeno es la segregación. Pregunta Lacan: “¿Cómo arreglárselas para
que masas humanas, destinadas a compartir un mismo espacio, no solamente
geográfico, sino familiar llegado el caso, permanezcan separadas?”(6)
Lacan le atribuye a Freud la responsabilidad de la gran subversión del
siglo XX que ha dejado al descubierto esa gran falla humana, la hiancia
subjetiva. Freud no es revolucionario dice Lacan, Freud es subversivo, lo cual
no es lo mismo ya que subversión designa la falla representada por el
inconsciente, imposible de suturar.
El descubrimiento del inconsciente, produjo una nueva ética que
devela una diferente posición del ser.
La subversión freudiana discute aquella posición de Heidegger del
ser-para-la-muerte, proponiendo lo que Lacan ha llamado: ser-para-el-sexo.
La castración de la que habla Freud es este ser-para-el sexo.
Si vivimos un
tiempo en el que hay un “reclamo de una vida sexual uniforme”, ¿de qué modo ubicar en las prácticas que
nos reúnen, la dificultad de ser-para-el-sexo?
Con este marco teórico y a partir de “El malestar en la cultura”
de S. Freud, desarrollaremos la investigación de este curso desde dos líneas: “Nuestro
modo de goce” y “El ser-para-el-sexo”.
Referencias:
(1)Freud,S. Obras completas, Tomo XXI, p 4, Ed. Amorrortu.
(2)______ O.C.,
Tomo XXI, p.60
(3) ______O.C.,
Tomo XXI, p. 94
(4) Cottet, S. L’inconscient
de papa et le nôtre, “Freud et son actualité dans le malaise dans la
civilisation”, p. 22, Ed. Michèle.
(5)Lacan, J.
“Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el niño”, p.9, en
El Analiticón Nº3, Ed. Correo/Paradiso
(6)______, p.7
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