Cuando “una
satisfacción irrestricta de todas las necesidades quiere ser admitida como la
regla de vida más tentadora…” 1, se
hace urgente situar la posición del psicoanálisis ante los síntomas del mundo
en el cual nos toca vivir.
En ocasión del 150
aniversario del nacimiento de Freud, Serge Cottet 2 hablaba, en la
Sede de la Unesco en París sobre la actualidad del análisis del malestar en la
cultura. El comienzo de su discurso: “Que Freud reciba aquí una consagración
internacional…” 3, recuerda a otro que Lacan pronunciara 50 años
antes en Viena. Se proponía conmover las defensas contra el psicoanálisis; es
decir, apuntaba a la renegación de la Cosa freudiana precisamente en el lugar
mismo donde éste había nacido tomando a su cargo el retorno al sentido de la
obra de Freud. 4
El psicoanálisis fue
atacado en la época de Freud y no ha dejado de ser atacado hasta hoy. Desde
diversos flancos y con poca sutileza se tira al blanco a su orientación
humanitaria considerándola enemiga de la razón científica. O, mejor dicho, de
un organicismo mecanicista que quiere
descollar en la carrera hacia la conquista del cerebro.
Pero, no es ciencia
todo lo que reluce. “Después de todo, no es porque se comprenda el
funcionamiento de cada átomo tomado separadamente que se comprende el
funcionamiento de un ser humano…” señala
Cedric Villani 5, eminente matemático.
Cuando la razón
científica se aplica al sujeto de manera descarnada se convierte en una
ideología, en una concepción del mundo. Cuando, además, se pone al
servicio de intereses, de maniobras
políticas, actúa de manera infame subordinando el deseo a los fines del lucro.
Freud había
enumerado algunos métodos de “evitación del displacer” 6: “influir
sobre el propio organismo”7, la intoxicación, - a la que atribuyó
ser el “más tosco” de los métodos -. 8 Agreguemos los objetos de
consumo que funcionan como señuelos vacíos de contenido.
El mensaje freudiano
es otra cosa. No se trata de consolar sino de apuntar al provecho oscuro que el
sujeto saca de su propio malestar. 9
Es en este campo
donde se juega la partida de la acción analítica, en el campo de los modos
de goce: de las pulsiones y sus renuncias, de las ilusiones del amor al
prójimo, de la hostilidad que es germen de todas las segregaciones.
Si debemos hacer
perdurar el mensaje freudiano es sosteniendo su lugar: “en exclusión interna
a la cultura”. 10
Referencias:
1 - Sigmund Freud. El malestar en
la cultura. Obras completas. Amorrortu. Tomo XXI, P. 77.
2 - Serge Cottet. Freud et son
actualité dans le malaise dans la civilisation. En: L’inconscient de papa et le
nôtre. Editions Michèle. P.13-31.
3 - Serge
Cottet. Op. cit., p. 13.
4 - Jacques Lacan. La cosa freudiana
o el sentido del retorno a Freud en psiconálisis. En: Escritos 1. Siglo XXI. P. 384.
5 -
Cédric Villani. Theorème vivant. Grasset.
P. 26-27.
6 -
Sigmund Freud. Op. cit., p. 77.
7 -
Sigmund Freud. Op. cit., p.77.
8 -
Sigmund Freud . Op.cit., p.77.
9 - Serge
Cottet. Op. cit., p. 16.
10 - Serge
Cottet. Op. cit., p. 18.
"...apuntar al provecho oscuro que el sujeto saca de su propio malestar...", es un excelente modo de decir la misión de los psicoanalistas en la civilización que le toca vivir. En ocasiones, la ciencia obnubila con sus gestos soberbios y convierte en ciego, sordo y mudo a quien debe interrogarla. Hay que estar alerta:es al psicoanálisis al que le toca cuestionar a la ciencia y no al revés, tal como lo dice S.Cottet en el artículo citado por Shula Eldar.
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