sábado, 25 de febrero de 2012

El problema de la evaluación y los diagnósticos

Shula Eldar – Patricia Heffes 
El imperativo actual exige clasificar usando criterios estadísticos. Para "adaptar", para "unificar".

En la historia de la psiquiatría la clasificación ocupó un lugar muy importante. Fue el fruto de una observación clínica minuciosa. Como dice Lévi-Strauss en  El pensamiento salvaje, las clasificaciones no vienen pegadas a las cosas sino que son el resultado de otras operaciones propias de cada civilización. Clasificar es poner cada cosa en un lugar. 
Esto sugiere la importancia de discutir la idea de clasificación.
Al clasificar se actúa como bricoleurs. Son los datos sensibles que percibimos en la experiencia los que se objetivan como rasgos que,- este es el eje de la discusión-, pueden ser clasificados y manipulados.


Nombrar al psicoanálisis como una experiencia, tal como lo hace Lacan, abre el debate con el saber científico: ¿cómo lo necesario (de la estructura) y lo contingente   (del acontecimiento) determinan la experiencia?
Cuando pensamos la clínica lo hacemos tomando muy en cuenta las contingencias para demostrar la lógica que ordena esos elementos. Es nuestra manera de evaluar.
Muy diferente de una evaluación que aliena sin esclarecer nada y que se acompaña a menudo de una demonización de los síntomas reduciéndolos a rasgos patológicos, signos de inadaptación o, peor aún, de déficit.
Es decir, de desviaciones que tienen que restituirse a la “normalidad”.

El psicoanálisis está muy lejos de negar la importancia del diagnóstico, pero hace de él un uso diferente. Dado que es la experiencia del inconsciente, deja hablar a los síntomas, hace su lectura para elucidar sus causas.

La preocupación terapéutica que domina la clínica actual conduce a despreciar la potencia del proceder analítico y, de esta manera, deja de lado todo aquello que es índice de  la posición de cada sujeto.

El empuje a la evaluación y sus cuantificaciones enmudecen al sujeto y ensordecen al practicante.



1 comentario:

  1. Es el mismo empuje que produce un practicante que "oye todo", y un consultante que debe "decir todo". Ambos, sordos a lo que Miller ha ubicado como sujeto anterior a la identificación. Pertenecer es obligatorio, hoy, y nadie puede quedar excluído. Gracias.

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