martes, 26 de junio de 2012

Evaluación e impacto social


                                                                                                                Montserrat Rodríguez
¿Hay pensamiento hoy sobre las modalidades de control que suceden a las sociedades disciplinarias? “Llegaremos a aquello que quiere decir pensar si nosotros, por nuestra parte, pensamos (…) prendemos a pensar cuando atendemos a aquello que da que pensar”[1]. Con Heidegger, leemos que eso del pensar tiene que ver con la responsabilidad, con la capacidad del sujeto de responder ante aquello que da que pensar.

En términos psicoanalíticos lo que da que pensar es qué consecuencias tiene negar la imposibilidad, lo que resulta de la solidaridad de los discursos de la ciencia y del capitalismo; en esa alianza, el amo piensa el mundo al pairo de la voluntad, al margen de la dialéctica y del uso de los bienes, distrayendo el malestar con aquello que la inmediatez del consumo convierte en basura. Objetos devaluados, sin valor de uso, trasmutados en valores financieros, máxima expresión del valor de cambio. En este contexto de usos devaluados ¿qué hay entre el uso y el valor de las producciones? ¿Qué valores circulan entre las políticas de la evaluación?

Sobre la presencia del concepto evaluación en el ámbito estatal, una cita breve para situar “el marco teórico” que promueve tales prácticas: “Desde hace aproximadamente dos décadas se percibe, por todo el mundo, la necesidad de evaluar el impacto social de la investigación científica. Esta percepción ha procedido de estamentos variados de la sociedad (gobierno, agencias financiadoras, centros de investigación, instituciones académicas, industria y asociaciones de pacientes) y se ha manifestado de manera especialmente intensa en países como Gran Bretaña, Canadá, Países Bajos, Estados Unidos y Australia. A todos ellos les preocupa el destino y rendimiento real del esfuerzo material y humano invertido de manera creciente en investigación. En Catalunya y en el Estado español este interés se ha producido especialmente en agencias evaluadoras y en el ámbito universitario, pero no se han desarrollado aún proyectos de largo alcance. Por este motivo, la Agencia de Información, Evaluación y Calidad en Salud (AIAQS) de Cataluña, ha apostado por esta línea estratégica con el objetivo de proveer una metodología y una herramienta de evaluación.
Para dar respuesta se crea el proyecto ISOR en el seno de la AIAQS para:
1.      Desarrollar la evaluación del impacto de la investigación derivada de las Convocatorias AIAQS en investigación clínica i en servicios sanitarios (responsabilidad hacia una inversión pública)
2.      Desarrollar una metodología y/o una herramienta de evaluación de los proyectos de investigación en el contexto de la AIAQS( agencia d’informació, avaluació i qualitat en salut)
3.     Contribuir a difundir esta práctica evaluativa mas allá de la propia AIAQS (abogacía)  
El proyecto ISOR tiene la fuerza de estar compuesto por un equipo multidisciplinario, tanto en medicina, economía y ciencias sociales, como por la experiencia técnica en métodos cuantitativos y cualitativos de evaluación y análisis”[2].

Ahora situemos la definición de impacto en un orden supraestatal. La ONU, en 1984 ( hace más de 20 años ) plantea el impacto como el resultado de los efectos de un proyecto, y define la evaluación como proceso encaminado a determinar sistemática y objetivamente la pertinencia, eficiencia y eficacia de todas actividades a la luz de sus objetivos, siendo un proceso organizativo para mejorar las actividades todavía en marcha y ayudar a la administración en la planificación, programación y toma de decisiones futuras”.

A partir de estas definiciones entendemos que la evaluación es un juicio de lo que resulta de un planteamiento, precisa el grado de éxito de una acción, su impacto, y revela la efectividad de las acciones puestas en marcha; además de valorar los logros, ha de permitir estimar la pertinencia y la sostenibilidad de los proyectos. Todos estos términos están presentes en nuestro quehacer cotidiano, especialmente en la sanidad y en la educación. Ante esta presencia aparecen preguntas que se han de considerar para pensar las políticas que se fundan en la articulación evaluación-impacto: ¿qué tipo de conocimiento producen las prácticas evaluadoras? ¿qué sabemos de los efectos de esta política? ¿qué tipo de espacio público construyen? ¿qué causa su éxito? ¿y su fundamento? En lo definido no hemos encontrado alusión alguna a la causa del discurso: en definitiva solo se habla de cuantificar los efectos de lo que se implementa. Ni sujeto ni causa ni fundamento político ajeno a la cifra.

Esto nos da que pensar.

Brevemente, una nota clínica. Proviene de una aplicación psicoanalítica en un espacio público fundado al margen de las políticas de la evaluación; la causa, su fundamento, estaba vinculado al deseo de saber sobre la consistencia de la relación entre lo público y el vínculo social. Actualmente el programa ya está sometido a la ley del impacto, a ese régimen que suelda el ser de la exigencia y el sujeto del deseo.

La noticia que les voy a leer plantea pensar la evaluación en un sentido inverso: cómo valorar el efecto de las políticas del impacto social en sujetos sometidos a prácticas que provienen de ese fundamento. Manuela ha trabajado conmigo durante nueve años; en ese tiempo hemos sostenido sus defensas: las conductas de evitación y los dichos sobre su indefensión frente a un amo abusador. Sesión tras sesión lo expresaba con los mismos términos, sin alteración. Sostener la falta de alteración fue el trabajo necesario para que, paradójicamente, se dieran las condiciones de la alternancia, de la posible construcción de un otro dialéctico. Conservar estas formaciones en un trabajo analítico le ha permitido elaborar lo necesario para asentar la base de una posible suplencia, una base sinthomática de la que valerse para circular por la ciudad como cualquier ciudadano que desee hacerlo. Y lo puede hacer porque desea hacerlo. Hablo de un sujeto esquizofrénico desencadenado, grave, y hablo también del sujeto del deseo, de eso que se puede constituir como prótesis de lo faltante allí donde la falta no se inscribió. Y lo pudimos hacer a pesar del ímpetu cognitivo educacional que tiende a sitiar a Manuela con la hiperocupación en un sinfín de prácticas, todas terapéuticas o peor.

Lo peor. Un día me dijo: este es el único lugar en el que no hago algo terapéutico, hablo y escucho, y no estoy obligada a decir lo que pienso. La cosa iba bien. Pero otro día, el impulso evaluador sociosanitario la llevó a un espacio privado y complejo, privado de ética y complejo de comprensión: la del alcance del capitalismo financiero. En ese lugar se la embarcó en un proyecto que promueve incidir en colectivos señalados por los significantes con los que el discurso capitalista localiza a los ciudadanos en un estado de excepción permanente en la periferia de lo social. Lean a Agamben[3]. Allí, en ese campo se aplican métodos y procedimientos dirigidos a innovar promoviendo la perversión de las nociones de lo artístico y de lo terapéutico, en el convencimiento de que tales prácticas revierten en transformación social. Así lo proclaman: todos artistas y psicoterapia de masas. Les hablo ahora del impacto y de la transformación efectuada. Manuela nunca había faltado a las sesiones de trabajo. Un día me hizo llegar un aviso: no puedo ir porque me han llevado a urgencias. Hizo un cuadro sintomático complejo. El carácter repentino de esta presentación hizo valorar una posible causa neurológica, pero no se detectó causa médica alguna. La siguiente sesión me explicó que en el lugar de la transformación social le habían propuesto que experimentase con una cámara de vídeo. Producido el experimento le pidieron que cediese el material para su exposición. Aunque Manuela pudo evitar colocarse ante la cámara, los promotores decidieron que aquello era un producto artístico y previeron exponerlo ante la mirada de cualquier espectador, incluido el internáutico.

Este tipo de aviso se fue repitiendo: lo tipificó. Durante un tiempo, el previo al ceremonial de la exposición, mi trabajo consistió en corroborar que recogía sus llamadas. Manuela recreó su sistema de alternancia: cuando no venía era porque se repetían los malestares que hemos citado, se hacía visitar por los médicos y me hacía llegar el aviso. La siguiente sesión venía a verme para preguntarme si había recibido la llamada del día anterior. Ya ven que sí, que tienen razón con lo de la trasformación y el impacto social.






[1] H., M. “¿Qué quiere decir pensar?” Trad. Barjau en Conferencias y artículos, Ed.del Serbal, Bcn, 1994.
[3] Agamben, G. ¿Qué es un campo? http://.elcultural.com/eva/literarias/agamben/portada1.html

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