Patricia
Heffes
Con
este título defino una de las
conclusiones a las que arribamos con el trabajo de este Curso. Tomen
nota, no he dicho “no se debe”, digo “no se puede”, lo que implica que se trata
de una imposibilidad y no de una idea moral.
Las
experiencias recogidas de diversas prácticas muestran que existe toda una
maquinaria dedicada a la dirección, al control y a la vigilancia de los
ciudadanos, a través de procedimientos creados para tal fin. Lo que pretende
aparecer como cuidado o prevención, resulta ser lo que he llamado un intento de
adiestramiento: “Todos iguales”.
¿Cómo
es posible pensar que lo que sirve para uno sirve para todos? ¿Qué lo que
funciona en unos, funcionará en el resto? ¿Cómo suponer que podemos lograr el
mismo resultado en todos, aplicando la misma regla? Lo que se suele llamar la naturaleza humana,
no tiene nada de natural. Es más bien enigmática y compleja, sorprendente y
difícil de descifrar.
Si
algo diferencia sustantivamente al humano de todo otro ser vivo es la idea de
deseo tal como el psicoanálisis lo ha postulado. A partir del descubrimiento
freudiano del inconsciente podemos saber que el individuo no es tal, que no hay
unidad, sino división, discordancia, conflicto.
A
pesar de la insistencia de los científicos en intentar dominar los llamados
“resultados obtenidos”, son estos mismos los que les muestran su fracaso ante
tal aspiración. ¿Cuál es el límite? Es la estructura
misma de la vida psíquica en la cual lo que causa, lo que induce, lo que
determina, no es necesariamente lo que es más evidente.
Durante
este Curso, en el Grupo de Investigación,
abordamos esta cuestión de modos diversos: viñetas clínicas, estrategias
pedagógicas, narrativas literarias. En cada reunión, hemos podido ver cómo el
ideal de éxito, ya sea terapéutico, pedagógico o en la vida misma, es
generalmente borroneado por un desvío que no ha surgido de la voluntad. Algo
insiste e impide lograr el propósito. He ahí el deseo.
Decía Serge Cottet en 1982: “Hay una dificultad
especial en ser un hombre de deseo en una civilización que tiende, por
principio, a reducir a lo útil todas las actividades y, por lo tanto, a
refrenar lo que no sirve para nada… Apostar a la esperanza de un control de la
libido es una contradicción en los términos, ya que Freud, define a ésta como
lo ‘demoníaco’, es decir, lo que está animado de un empuje constante, que no
conoce ni día ni noche y, que en consecuencia, es rebelde a toda operación de
corte que se intente ejercer sobre ella.”
Un
niño de 8 años atendido en la unidad de psiquiatría de un hospital público,
logra detener las alucinaciones y refrenar la necesidad de castigo que lo
impulsaba a realizar actos violentos, a raíz de inventarse una estrategia
basada en el lenguaje. A este niño las puertas le hablaban, le injuriaban y le
ordenaban realizar actos extremadamente violentos. Un día, escribe una nota
dirigida a las puertas intentando hacer un pacto pacificador con el otro de sus
alucinaciones. Tal como se pudo ver en la presentación, esto ha sido posible en
tanto hubo espacio para desplegar el delirio.
Otro
niño con diagnóstico mental muy grave, es dejado caer por el deseo de su madre,
esta vez la madre adoptiva. Pese a que en la institución educativa a la que
asistía, la educadora había podido escuchar un significante que daba algún
anclaje al sujeto y había encontrado una alternativa relacionada con su gusto por la cocina, el conflicto de la
madre con su propio deseo acabó impidiendo que este niño lograra algún tipo de
ligazón con la vida. Finalmente, sus padres ceden la tutela al Estado y el niño
pasa a integrar un Centro cerrado.
¿Qué
ha pasado en este último caso, si todo parecía indicar que esta mujer quería
este niño, ella hizo la adopción? Hay que decir que por su propia configuración,
el deseo es a descifrar y por lo tanto, su interpretación puede prestarse a
confusión. No siempre se quiere lo que se desea. Esto no es un juego de
palabras, podemos verificarlo en la vida de cada ser hablante. A pesar de los
muchos esfuerzos por hacer coincidir aquello que se dice que se quiere con lo
que se quiere verdaderamente, cada cual sabe que eso casi siempre no funciona.
Entonces, “no siempre se quiere lo que se desea”, es a la vez una forma de
definir al sujeto en su división y una respuesta a la idea contemporánea de
unidad, de uniformidad.
Hemos
podido ver también de qué manera, Eva, hace de la maternidad un intento de
palear su malestar, desoyendo lo que quiere verdaderamente, y cómo la
consecuencia, digamos exageradamente catastrófica, no se hace esperar. La
novela Tenemos que hablar de Kevin,
nos situó de lleno en el debate a comienzos del Curso. La excelente narración
de Lionel Shriver, exhibe descarnadamente y con todo detalle el fracaso de la
voluntad cuando ésta pretende oponerse al deseo, y el surgimiento de la verdad
del sujeto en el reverso de las buenas intenciones. Son los dichos de la
protagonista los que lo dicen de la buena manera.
Es
que el ser humano nace en un universo de lenguaje. Lenguaje que en su encuentro
con un cuerpo particular, produce una marca singular que condicionará la vida
por vivir. La necesidad que crea el
instinto, cambia transformándose en una demanda que se dirige a Otro. De ese
encuentro entre el lenguaje y el cuerpo surgirá lo que en psicoanálisis llamamos
deseo. Es por ello que no podemos pensar en una satisfacción universal, a cada
cual la suya.
La
clínica como vía regia para localizar el deseo siempre da más de sí cuando nos
detenemos en lo que Jacques-Alain Miller llamó los divinos detalles.
Cuando
la psicoanalista Rosine Lefort señalaba en relación con el caso de Marie
Françoise, una niña autista de 30 meses, que “El rechazo que introduce de
entrada la niña en la sesión le permite encontrar de nuevo la dimensión de la
anorexia, que es la dimensión del deseo”, vemos cómo a partir de un detalle se
abre ante nosotros la posibilidad de una práctica con los niños autistas
orientada también por el deseo. Posición que contrasta, hoy más que nunca, con
los programas de trabajo con estos niños, en los que se excluye definitivamente
la subjetividad. Saber que para el autista, el Otro sólo existe sin falla, y
por tanto, poder calcular un modo de estar presente sin introducir nada, es la
excelente enseñanza que nos deja.
Lo
hemos podido verificar también con una
mujer autista en el marco de un programa de investigación psicoanalítica sobre
procesos de creación, quien pudo encontrar un sitio a partir del “no saber” que
introdujo el otro. Los autistas son, quizás, los sujetos que mejor saben que el
deseo no puede domesticarse. Al menos, en su caso, eso por fortuna siempre
fracasa.
Hay
que decir que el deseo es inconsciente pero no por ello mudo. Resulta que por
su condición de inconsciente, el sujeto no sabe lo que desea, pero su deseo
opera de todas formas. Esto podría ser lo que desconcierta a la pedagogía, tal
como hemos podido saber a partir de la presentación de programas y protocolos
de detección y diagnóstico de trastornos en el marco escolar. La dificultad
para poder establecer patrones fijos de medida, consigue multiplicar los
protocolos sin alcanzar un límite. En definitiva, algo se escabulle
irremediablemente y el intento de atraparlo acentúa aún más lo imposible de
lograrlo.
No
se puede adiestrar el deseo, sólo se puede domesticar seres desubjetivados,
puestos en una máquina que los homologue, al modo del video de The Wall (1979), de Pink Floyd, con el
que hemos iniciado nuestro Blog. Sólo en la medida que el deseo quedara
abolido, la acción totalizadora podría, quizás, tener éxito. De momento, lo que
se ve es que a causa del fracaso, cada vez más se redobla la apuesta.
Todo
esto no se hace de cualquier manera. Toda política está sostenida en una ética.
Para el psicoanálisis, la política, es la ética del deseo.
"no se puede adiestrar el deseo"este articulo de P. Heffes como una clara reseña de lo trabajado por lo visto en el curso que referencia, me dispara a la articulación con el concepto de alienación. Desde la modernidad a nuestros dias , nos ofrecemos como objeto a los caprichos del Otro.
ResponderEliminarComo muy bien lo plantea Heffes en la clínica de niños es con lo que tenemos que lidiar. La alienación en relacuión al Otro materno.Silvia Duek
A lo largo del curso hemos podido constatar, como lo señalaba Patricia Heffes en la Jornada de conclusión, algunas consecuencias de la pasión por la ignorancia en sus formas más actuales. Pasión por la ignorancia que quiere decir que "del ser del Otro nada se quiere saber". (J. Lacan. Seminario XX, Aún. P. 147).
ResponderEliminarShula Eldar