martes, 19 de junio de 2012

“No se puede adiestrar el deseo”

Patricia Heffes

Con este título defino una de las  conclusiones a las que arribamos con el trabajo de este Curso. Tomen nota, no he dicho “no se debe”, digo “no se puede”, lo que implica que se trata de una imposibilidad y no de una idea moral.
Las experiencias recogidas de diversas prácticas muestran que existe toda una maquinaria dedicada a la dirección, al control y a la vigilancia de los ciudadanos, a través de procedimientos creados para tal fin. Lo que pretende aparecer como cuidado o prevención, resulta ser lo que he llamado un intento de adiestramiento: “Todos iguales”.
¿Cómo es posible pensar que lo que sirve para uno sirve para todos? ¿Qué lo que funciona en unos, funcionará en el resto? ¿Cómo suponer que podemos lograr el mismo resultado en todos, aplicando la misma regla?  Lo que se suele llamar la naturaleza humana, no tiene nada de natural. Es más bien enigmática y compleja, sorprendente y difícil de descifrar.
Si algo diferencia sustantivamente al humano de todo otro ser vivo es la idea de deseo tal como el psicoanálisis lo ha postulado. A partir del descubrimiento freudiano del inconsciente podemos saber que el individuo no es tal, que no hay unidad, sino división, discordancia, conflicto.
A pesar de la insistencia de los científicos en intentar dominar los llamados “resultados obtenidos”, son estos mismos los que les muestran su fracaso ante tal aspiración.  ¿Cuál es el límite? Es la estructura misma de la vida psíquica en la cual lo que causa, lo que induce, lo que determina, no es necesariamente lo que es más evidente.

Durante este Curso, en el Grupo  de Investigación, abordamos esta cuestión de modos diversos: viñetas clínicas, estrategias pedagógicas, narrativas literarias. En cada reunión, hemos podido ver cómo el ideal de éxito, ya sea terapéutico, pedagógico o en la vida misma, es generalmente borroneado por un desvío que no ha surgido de la voluntad. Algo insiste e impide lograr el propósito. He ahí el deseo.
 Decía Serge Cottet en 1982: “Hay una dificultad especial en ser un hombre de deseo en una civilización que tiende, por principio, a reducir a lo útil todas las actividades y, por lo tanto, a refrenar lo que no sirve para nada… Apostar a la esperanza de un control de la libido es una contradicción en los términos, ya que Freud, define a ésta como lo ‘demoníaco’, es decir, lo que está animado de un empuje constante, que no conoce ni día ni noche y, que en consecuencia, es rebelde a toda operación de corte que se intente ejercer sobre ella.”
Un niño de 8 años atendido en la unidad de psiquiatría de un hospital público, logra detener las alucinaciones y refrenar la necesidad de castigo que lo impulsaba a realizar actos violentos, a raíz de inventarse una estrategia basada en el lenguaje. A este niño las puertas le hablaban, le injuriaban y le ordenaban realizar actos extremadamente violentos. Un día, escribe una nota dirigida a las puertas intentando hacer un pacto pacificador con el otro de sus alucinaciones. Tal como se pudo ver en la presentación, esto ha sido posible en tanto hubo espacio para desplegar el delirio.
Otro niño con diagnóstico mental muy grave, es dejado caer por el deseo de su madre, esta vez la madre adoptiva. Pese a que en la institución educativa a la que asistía, la educadora había podido escuchar un significante que daba algún anclaje al sujeto y había encontrado una alternativa relacionada con  su gusto por la cocina, el conflicto de la madre con su propio deseo acabó impidiendo que este niño lograra algún tipo de ligazón con la vida. Finalmente, sus padres ceden la tutela al Estado y el niño pasa a integrar un Centro cerrado.  
¿Qué ha pasado en este último caso, si todo parecía indicar que esta mujer quería este niño, ella hizo la adopción? Hay que decir que por su propia configuración, el deseo es a descifrar y por lo tanto, su interpretación puede prestarse a confusión. No siempre se quiere lo que se desea. Esto no es un juego de palabras, podemos verificarlo en la vida de cada ser hablante. A pesar de los muchos esfuerzos por hacer coincidir aquello que se dice que se quiere con lo que se quiere verdaderamente, cada cual sabe que eso casi siempre no funciona. Entonces, “no siempre se quiere lo que se desea”, es a la vez una forma de definir al sujeto en su división y una respuesta a la idea contemporánea de unidad, de uniformidad.
Hemos podido ver también de qué manera, Eva, hace de la maternidad un intento de palear su malestar, desoyendo lo que quiere verdaderamente, y cómo la consecuencia, digamos exageradamente catastrófica, no se hace esperar. La novela Tenemos que hablar de Kevin, nos situó de lleno en el debate a comienzos del Curso. La excelente narración de Lionel Shriver, exhibe descarnadamente y con todo detalle el fracaso de la voluntad cuando ésta pretende oponerse al deseo, y el surgimiento de la verdad del sujeto en el reverso de las buenas intenciones. Son los dichos de la protagonista los que lo dicen de la buena manera.
Es que el ser humano nace en un universo de lenguaje. Lenguaje que en su encuentro con un cuerpo particular, produce una marca singular que condicionará la vida por vivir.  La necesidad que crea el instinto, cambia transformándose en una demanda que se dirige a Otro. De ese encuentro entre el lenguaje y el cuerpo surgirá lo que en psicoanálisis llamamos deseo. Es por ello que no podemos pensar en una satisfacción universal, a cada cual la suya.
La clínica como vía regia para localizar el deseo siempre da más de sí cuando nos detenemos en lo que Jacques-Alain Miller llamó los divinos detalles.
Cuando la psicoanalista Rosine Lefort señalaba en relación con el caso de Marie Françoise, una niña autista de 30 meses, que “El rechazo que introduce de entrada la niña en la sesión le permite encontrar de nuevo la dimensión de la anorexia, que es la dimensión del deseo”, vemos cómo a partir de un detalle se abre ante nosotros la posibilidad de una práctica con los niños autistas orientada también por el deseo. Posición que contrasta, hoy más que nunca, con los programas de trabajo con estos niños, en los que se excluye definitivamente la subjetividad. Saber que para el autista, el Otro sólo existe sin falla, y por tanto, poder calcular un modo de estar presente sin introducir nada, es la excelente enseñanza que nos deja.
Lo hemos podido verificar también con  una mujer autista en el marco de un programa de investigación psicoanalítica sobre procesos de creación, quien pudo encontrar un sitio a partir del “no saber” que introdujo el otro. Los autistas son, quizás, los sujetos que mejor saben que el deseo no puede domesticarse. Al menos, en su caso, eso por fortuna siempre fracasa.
Hay que decir que el deseo es inconsciente pero no por ello mudo. Resulta que por su condición de inconsciente, el sujeto no sabe lo que desea, pero su deseo opera de todas formas. Esto podría ser lo que desconcierta a la pedagogía, tal como hemos podido saber a partir de la presentación de programas y protocolos de detección y diagnóstico de trastornos en el marco escolar. La dificultad para poder establecer patrones fijos de medida, consigue multiplicar los protocolos sin alcanzar un límite. En definitiva, algo se escabulle irremediablemente y el intento de atraparlo acentúa aún más lo imposible de lograrlo.
No se puede adiestrar el deseo, sólo se puede domesticar seres desubjetivados, puestos en una máquina que los homologue, al modo del video de The Wall (1979), de Pink Floyd, con el que hemos iniciado nuestro Blog. Sólo en la medida que el deseo quedara abolido, la acción totalizadora podría, quizás, tener éxito. De momento, lo que se ve es que a causa del fracaso, cada vez más se redobla la apuesta.
Todo esto no se hace de cualquier manera. Toda política está sostenida en una ética. Para el psicoanálisis, la política, es la ética del deseo.



2 comentarios:

  1. "no se puede adiestrar el deseo"este articulo de P. Heffes como una clara reseña de lo trabajado por lo visto en el curso que referencia, me dispara a la articulación con el concepto de alienación. Desde la modernidad a nuestros dias , nos ofrecemos como objeto a los caprichos del Otro.
    Como muy bien lo plantea Heffes en la clínica de niños es con lo que tenemos que lidiar. La alienación en relacuión al Otro materno.Silvia Duek

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  2. A lo largo del curso hemos podido constatar, como lo señalaba Patricia Heffes en la Jornada de conclusión, algunas consecuencias de la pasión por la ignorancia en sus formas más actuales. Pasión por la ignorancia que quiere decir que "del ser del Otro nada se quiere saber". (J. Lacan. Seminario XX, Aún. P. 147).
    Shula Eldar

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