Shula Eldar
Comenzamos
nuestro cuarto año de trabajo y partimos de lo que para nosotros
supone la pregunta: ¿Clínica
o evaluación?
Ya
dijimos que entendemos esa pregunta como una antinomia. Ahora nos
proponemos interrogar algunos fenómenos de nuestra época donde
reina el semblante. O sea, lo que se desliza en las “profundidades
del gusto”. No sólo describir las formas de goce sino intentar
extraer de ellas una ganancia de verdad.
Formulamos
el tema con una frase: La realidad en
pantalla.
Nuevamente
un binomio: realidad y pantalla.
“Realidad”
y “pantalla”
son dos significantes que forman parte del tejido conceptual del
psicoanálisis.
El
“principio de realidad” como opuesto al “principio del placer”
constituyeron al inicio, para Freud, las coordenadas del
funcionamiento psíquico. Se planteaba con ello una discordancia
entre el empuje a la satisfacción: el “bien de cada uno” y un
término exterior, normativo y represor: el “bien” común.
Freud
modifica esta primera concepción y Lacan va más allá.
Con
Lacan la “realidad” queda definitivamente articulada con nuestro
segundo término: la “pantalla”. El “fantasma” en la
enseñanza de Lacan es el marco dentro del cual cada uno encaja su
propia escena, su cuadro. Tendrá una doble función: de defensa y de
velo. Recordemos el análisis de Las Meninas y el desarrollo del
objeto mirada.
Desde
hace escasamente unos años - es sorprendente pensar que esto ha
sucedido en tan poco tiempo - , las pantallas no sólo forman parte
de nuestra vida cotidiana sino que se han apoderado de ella
arrebatando nuestras miradas y engullendo nuestro tiempo. Lo han
hecho hasta el punto que juegan el papel de filtro del mundo. Pueden
hacer las veces de doble del sujeto o constituir un Otro que encarna
un saber absoluto al que se suele obedecer con poca crítica:
enciclopedia, diccionario, señalador de rutas, marcador de
tendencias, etc.
El
sujeto queda subyugado, capturado y borrado. Anonadado bajo el input
audiovisual.
Por
eso es importante analizar las ficciones que va produciendo la
“industria de la cultura”. Ellas nos muestran en sus escenarios
algunas verdades sobre el momento actual.
De
los tres ejes de trabajo que propusimos elegí: el
amor.
¿Cómo
se presenta hoy, cuáles son sus signos en cada sujeto, qué
semblantes dominan los discursos sobre el amor, cómo se pone en
juego la necesidad que tiene el amor del fantasma, cuáles son las
tribulaciones del amor que perturban a los sujetos modernos?
Para
ello tomaré algunas producciones del cine y la literatura.
Voy
a partir de una película concreta: “Amor”, de Michael Haneke.
Todo
gira alrededor de un matrimonio de ancianos y lo que sucede cuando
irrumpe la enfermedad y resquebraja lo que quedaba de semblantes de
amor.
En
su curso “Los
divinos detalles”,
Miller articula muy bien la relación entre la libido y la pulsión
de muerte. Hace un desarrollo exhaustivo en el cual va demostrando
cómo y porqué Lacan pone cada vez más el acento sobre la categoría
de goce con la cual nombraría el efecto de las pulsiones libidinales
y de muerte.
Un
punto breve, ahora, sobre la realidad. ¿Qué dice Lacan?
Dice
que la realidad es para el psicoanálisis algo diferente de lo que
hacen con ella otros discursos: recubrirla y considerarla como un
todo. Lo que caracteriza a la realidad es que yerra. Falla y produce
algo que fractura lo que parece estar en su lugar. Descubre que hay
algo fuera de lugar. Así el psicoanálisis levanta la máscara del
malestar en la civilización.
Esto
es algo que esa película pone en evidencia y, por esa razón, nos
sirve de puerta de entrada para proseguir con nuestra investigación.
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