lunes, 11 de noviembre de 2013

Detrás de las máscaras…

                                                                                                                                  Shula Eldar

Comenzamos nuestro cuarto año de trabajo y partimos de lo que para nosotros supone la pregunta: ¿Clínica o evaluación?
Ya dijimos que entendemos esa pregunta como una antinomia. Ahora nos proponemos interrogar algunos fenómenos de nuestra época donde reina el semblante. O sea, lo que se desliza en las “profundidades del gusto”. No sólo describir las formas de goce sino intentar extraer de ellas una ganancia de verdad.

Formulamos el tema con una frase: La realidad en pantalla.
Nuevamente un binomio: realidad y pantalla.
“Realidad” y “pantalla” son dos significantes que forman parte del tejido conceptual del psicoanálisis.

El “principio de realidad” como opuesto al “principio del placer” constituyeron al inicio, para Freud, las coordenadas del funcionamiento psíquico. Se planteaba con ello una discordancia entre el empuje a la satisfacción: el “bien de cada uno” y un término exterior, normativo y represor: el “bien” común.

Freud modifica esta primera concepción y Lacan va más allá.
Con Lacan la “realidad” queda definitivamente articulada con nuestro segundo término: la “pantalla”. El “fantasma” en la enseñanza de Lacan es el marco dentro del cual cada uno encaja su propia escena, su cuadro. Tendrá una doble función: de defensa y de velo. Recordemos el análisis de Las Meninas y el desarrollo del objeto mirada.

Desde hace escasamente unos años - es sorprendente pensar que esto ha sucedido en tan poco tiempo - , las pantallas no sólo forman parte de nuestra vida cotidiana sino que se han apoderado de ella arrebatando nuestras miradas y engullendo nuestro tiempo. Lo han hecho hasta el punto que juegan el papel de filtro del mundo. Pueden hacer las veces de doble del sujeto o constituir un Otro que encarna un saber absoluto al que se suele obedecer con poca crítica: enciclopedia, diccionario, señalador de rutas, marcador de tendencias, etc.

El sujeto queda subyugado, capturado y borrado. Anonadado bajo el input audiovisual.

Por eso es importante analizar las ficciones que va produciendo la “industria de la cultura”. Ellas nos muestran en sus escenarios algunas verdades sobre el momento actual.

De los tres ejes de trabajo que propusimos elegí: el amor.
¿Cómo se presenta hoy, cuáles son sus signos en cada sujeto, qué semblantes dominan los discursos sobre el amor, cómo se pone en juego la necesidad que tiene el amor del fantasma, cuáles son las tribulaciones del amor que perturban a los sujetos modernos?
Para ello tomaré algunas producciones del cine y la literatura.

Voy a partir de una película concreta: “Amor”, de Michael Haneke.

Todo gira alrededor de un matrimonio de ancianos y lo que sucede cuando irrumpe la enfermedad y resquebraja lo que quedaba de semblantes de amor.

En su curso “Los divinos detalles”, Miller articula muy bien la relación entre la libido y la pulsión de muerte. Hace un desarrollo exhaustivo en el cual va demostrando cómo y porqué Lacan pone cada vez más el acento sobre la categoría de goce con la cual nombraría el efecto de las pulsiones libidinales y de muerte.

Un punto breve, ahora, sobre la realidad. ¿Qué dice Lacan?
Dice que la realidad es para el psicoanálisis algo diferente de lo que hacen con ella otros discursos: recubrirla y considerarla como un todo. Lo que caracteriza a la realidad es que yerra. Falla y produce algo que fractura lo que parece estar en su lugar. Descubre que hay algo fuera de lugar. Así el psicoanálisis levanta la máscara del malestar en la civilización.

Esto es algo que esa película pone en evidencia y, por esa razón, nos sirve de puerta de entrada para proseguir con nuestra investigación.




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