Alicia Calderón de la Barca
El sesgo que seguiré para
investigar el tema “La realidad en pantalla” es el punto de la virtualidad que,
actualmente debido al desarrollo de la tecnología y al discurso cibernético que
rodea a esa misma tecnología, es un elemento que interesa tanto al
psicoanálisis como a la sociología, la literatura y el cine.
En Piezas sueltas dice Miller que
lo real insiste de tal modo que se ha terminado comiendo la naturaleza, por esa
razón él comenta que se puede hablar de una “metáfora de lo real en el sentido
en que lo real suplanta a la naturaleza y que eso se puede captar en el
“sentido común de la época”, lo que circula y se traduce en multitud de
fenómenos de la sociedad que hoy en día nos rodea”.
El analista puede decir que
resulta interesante verificar cómo lo que se refleja en la opacidad de la
pantalla, en la medida en que ésta muestra, que da a ver, también escamotea.
¿Cómo hay que entender esa
metáfora de lo real? Como algo que es lo contrario de la metáfora paterna,
porque si bien la naturaleza tiene leyes, el real lacaniano es sin ley y eso se
inscribe en el sentido común de la época, se inscribe en el hecho de que no hay
más que artificios de discurso.
Pero si lo real insiste ¿no
podemos decir, entonces, que lo que llamamos realidad es en último término lo
que resiste?
Algo a pensar es ¿si el hecho de
que no hay perfección en el mundo humano puesto de que partimos de la
inconsistencia, no será al mismo tiempo un signo de su virtualidad, como signo
de su realidad?
Slavoc Zizec en alguno de sus
libros me hizo recordar un conocido cuento de Saki, que viene a cuento para
esto. Saki fue un victoriano inglés contemporáneo de Freud. Un especialista en
la más exquisita ironía.
El cuento se llama “La puerta abierta”y
permite verificar la relación entre el significante y la realidad fantasmática:
un invitado llega a una casa de campo para una cura de reposo. Lo recibe la
sobrina de la dueña de casa y se queda mirando la puerta ventana que da hacia
el campo y que se encuentra abierta El
invitado mira en la misma dirección y ella le dice que esa puerta está siempre
abierta, aún en otoño, porque hace tres años salieron de caza por ella los tres
miembros de la familia de su tía, con un coker
spaniel, y nunca regresaron porque se vieron atrapados en una ciénaga. No
se encontraron sus cuerpos. El invitado vuelve a mirar por la puerta ventana y
con horror ve acercarse hacia la casa a los tres miembros de la familia y el spaniel, coje su bastón y su sombrero y
huye despavorido.
Cuando llegan los dueños,
bastante embarrados, preguntan qué le ha pasado a ese señor que huyó como si
hubiese visto un fantasma. La sobrina rápidamente dice que seguramente ha sido
por el spaniel, porque él le había
explicado que tenía pánico a los perros.
Saki, remata este estupendo
cuento de página y media diciendo que “las fabulaciones improvisadas eran la
especialidad de la sobrina”.
En ese breve cuento queda
explicitado de qué modo unas pocas palabras ofrecen el contexto simbólico para
transformar una puerta ventana en un marco de fantasía y convertir a sus
habitantes en fantasmas.
Las puertas, tanto como los
espejos y las ventanas sirven como vía de acceso a otra dimensión, la dimensión
fantasmática; el fantasma es un semblante, pero también es un aparato que
organiza el goce.
Es habitual en el cine de ciencia
ficción, por ejemplo, que de pronto se abre una puerta y en lugar de la
realidad esperada al otro lado, se encuentra algo imprevisto (una realidad
fantasmática)
Al fin y al cabo se puede decir
que el secreto, no es otra cosa que “lo que espera del otro lado de la puerta”.
También es posible encontrar
otras versiones de lo mismo, por ejemplo, cuando un sujeto mira por el espejo y
“ve otra cosa”, algo que no es el reflejo de lo que debería haber de este lado
del espejo.
De allí que sea posible
plantearse algunas preguntas:
¿No se podría pensar al espacio
fantasmático -como marco que nos permite atisbar al Otro escenario- como la
realidad virtual generada por ordenador?
¿La interfaz de un ordenador no
es la última materialización de este marco?
Porque justamente, para el sujeto
humano, es la presencia de una pantalla, de un marco, lo que nos permite
comunicarnos con un universo virtual.
Si lo planteamos de este modo,
“virtual” no es otra cosa que el espacio que vemos en la pantalla de la
interfaz, universo por el que podemos “navegar” y que crea una falsa impresión
de “profundidad”. Porque tan pronto cruzamos ese umbral y miramos hacia lo que
“efectivamente” se encuentra tras la pantalla, no encontramos más que una
incomprensible maquinaria digital. Ese escenario fantasmático tiene una
correlatividad con lo que se plantea como orden simbólico.
La clave para entender el
estatuto de la realidad virtual hay que buscarla en la diferencia entre la imitación y la simulación: no
se trata de imitación de la realidad sino de una “simulación” generando una
semblanza de realidad, se simula algo que no tiene encarnación. Un ejemplo
simple de ello es la memoria virtual: un ordenador puede simular mucha más
memoria que la que tiene, funcionar “como si” su memoria fuera mayor de la que
tiene realmente. La realidad, más allá
de la pantalla del interfaz es que sólo hay chips y corriente eléctrica.
Mi interés por abordar lo virtual
me ha llevado a recorrer diferentes autores para tratar de captarlo desde otras
perspectivas. Una de ellas, por ejemplo, implica el giro que se ha producido
hacia una estética que coloca en primer plano la apariencia, la forma y las
sensaciones, como sucede con toda la cultura visual digital, que no se sabe
cuánto durará pero que, por el momento, podemos decir que en el siglo XXI es la
que domina el panorama.
Andrew Darley, un especialista en
cultura visual digital dice que “simular o modelar procesos físicos en el
espacio (y el tiempo) fue el impulso esencial si se piensa históricamente”; su
comienzo fue a fines de los años 60, si bien los años 90 fueron el trampolín
del arte digital gracias a la aparición de la realidad virtual y de las redes
de comunicación informática.
Pero la virtualidad implica una experiencia simulada del espacio
tridimensional, por lo cual “simulación e interacción son sus intereses
principales. Su consecuencia, como objetivo de las técnicas digitales es la
producción de un supuesto “realismo”.
Lo que actualmente conocemos como
“realidad virtual” es una interacción de experiencias dentro de un mundo
simulado por ordenador. Con el ordenador y su pantalla la informática ha pasado
a ser la técnica universal de la época que Lipovetsky llama de “la pantalla global”
pero pese a los dispositivos interactivos como la voz y la imagen, eso implica
siempre un régimen de inmaterialidad abstracta mas que una relación vivible. Es
como un vivir por delegación.
Sobre este tema de lo virtual hay
varias películas que se me ocurren, Matrix, es una de ellas que ha sido
comentada varias veces desde distintos aspectos: la filosofía, el arte digital,
incluso desde el psicoanálisis, y esto además desde diferentes vertientes. En
otra oportunidad la abordaremos, pero la que quiero recordar hoy, muy
brevemente, ya en otra oportunidad la retomaré más profundamente, es un film de
Peter Weir, que ganó en 1998 tres globos de oro y tres Baftas: Truman’s show,
El show de Truman, en España se llamó en su versión doblada “Una vida en
directo”.
Truman es la estrella de un
programa de TV. pero él no lo sabe. Su vida se ha convertido en la serie más
popular y más larga de la historia de la pequeña pantalla que emite las 24
horas de día; vive en un gigantesco plató dirigido por su productor pero en
cierto momento, por ciertas circunstancias, Truman irá dándose cuenta…
¿Darse cuenta de que su mundo es
un espectáculo que implicancias podrá tener? ¿Hay alguna “realidad verdadera” a
la que acceder?
Dejo estas preguntas como otra de
aquellas a las que intentaremos dar respuesta en este grupo.
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